sábado, 26 de diciembre de 2009

Aquella Dama

Como un mensaje de mis dioses fue que una hebra de tus cabellos decidió descender a mis manos. La observé con inexplicable atracción y decidí transformarla en la espada que guiara las luchas ante las huestes demoniacas, a cuyas filas pertenecí en la Era de la Bestia. Con pasión la sumergí en gritos de luz, con ira la enterré en mis entrañas para que el caudal de sangre recordara mi naturaleza y finalmente lamí la herida.

Mi cicatriz en batalla perpetuó el propósito de cada cabeza cercenada, cada corazón desgarrado aún palpitante en mi mano y por supuesto cada ojo vendado en tu nombre. El gozo de la tortura me llevó a desatar mi sádica obsesión por herir de muerte a mi presa, mas no una muerte simple, sino un deceso doloroso, intenso cuyo último deseo fuera mi perdón.

La oscuridad en el invierno cubre mi piel de aguijones venenosos sedientos de venganza. El rencor oculta mis cinco sentidos y mi sangre hierve con más fuerza al desencadenarse la guerra en mi carne, entre tu reflejo y mi demencia, pues mi esencia no tolera la traición y usted bella dama logra inmovilizar mi perturbación mientras la rabia cae de la saliva al relamer el terror del animalejo.

Conseguiste seducirme con tus palabras de espera envueltas en el perfume de la verdad. Soy impaciente, es insoportable. Tus cadenas desgarran mi piel y huelo la pureza de tu labor, la delicadeza de la armonía, tu complicidad con los dioses y el tiempo. Huelo también la descomposición del cadáver pútrido cuya muerte es producto del pecado y cobardía ahogado en sus propias toxinas. Sonrío con satisfacción, sonrío al observarte complacida, sonrío y descanso hasta un nuevo invierno iluminada por ti, Diosa Justicia.

VADE RETRO