sábado, 17 de abril de 2010

Árbol de lenguas

He decidido poner una aguja en la yema de mis dedos y dejar que una gota de sangre recorra los surcos de mi historia. Leyendas de laberintos prohibidos, cuyas letras se vuelven impenetrables. Un festival de composiciones tornasol permite que las distancias no entorpezcan el juicio, dejando que mi boca, deseosa de sensatez, se contacte con aquellas carnosas fronteras de primitivas sensaciones. De esos labios abstractos nacen raíces inspiradas en caricias de limpieza animal. Cada beso se vuelve un signo, un anhelo de trascendencia. Es el contacto sublime y cálido, que transpira el pasar de lenguas rotas, gélidas, mutiladas con cada lamida. Me embriago de saliva, me nutro de placer, la seducción circunda la noche, y el fulgor de la savia resplandece el camino recorrido. Oportuno andar dispuesto sobre lenguas negras, pues logra descifrar que el destino es sólo un sarcasmo de los Dioses.

He decidido, esta vez, guardar con recelo la semilla, germen de la belleza más pura. Aquella que por los siglos de los siglos será la floresta de la que emergerán otras lenguas, creaciones diáfanas de verdades altivas, sello de nuestra estirpe, fragmentos de nuestras huellas.

Brindemos entonces por la muerte de la octava era.

VADE RETRO